Con toques de sensualidad verbal,
ternura infantil y perfumes florales traídos del bosque, Antonio de Egipto nos
lleva de la mano, entre oleajes de brisa primaveral con olor a jazmín, al mundo
del verso. Cada uno impregnado de un aroma único y entrañable, tiznado de un
color pastel que nos roza el corazón, acariciándolo, meciéndolo en un universo
sereno y armonioso.
El vocabulario que usa el escritor
es rico en atractivo visual y auditivo. Conforme vas leyendo, vas quedando
prendado por cada palabra, cada línea. Todo ello te hace danzar dentro de un
eterno valls de tranquilidad y paz.
La elegancia con la que refleja
varias de sus vivencias, ya sean realidad o ficción, hace que te sumerjas en su
mundo con facilidad. Es más, la gracia con la que mueve verso tras verso denota
que el arte fluye con constancia y claridad.
Hay unas cuantas frases, de las muchas
que deja caer delicadamente, que me parecen atractivas. Frases como: “Estoy aquí, desnudo, con el corazón en la
mano”, “A pesar de los árboles talados decidió ser tierra en un paraíso maldito”,
“…sangraba pétalos”. Las describiría con la palabra SENSIBILIDAD, puesto
que toda la obra está empapada de ella.
Ahora solo me queda decir: amantes
de la poesía, enemigos de ella, os invito a hacer un alto en el camino y leer
el libro de Antonio de Egipto, “Un tiempo de bosques salvajes”. Es… como un
tango bien descrito. Lo recomiendo en todas las estanterías.
Gracias
por hacernos disfrutar con tu magia, Antonio.
_________________
Por María del Pino.