A todas esas personas que
aprendieron a no jugar con
el corazón ajeno.
Mis mariposas
Escalé las cumbres más hermosas
para cazar todo tipo de mariposas.
En algunas cuevas llegué a entrar,
incluso varios días, en ellas,
dormitar.
Azules cielos de terciopelo,
o tormentas con sabor a caramelo,
acariciaban mis noches en vela,
o me arañaban con sus uñas de seda.
Múltiples de esas mariposas
me devoraban deseosas
y, de mi pasión, ansiosas.
Otras, en cambio, comían de mi mano,
haciéndome creer su completo amo.
¡Ah! También recuerdo aquellas
estrechas.
¡Qué fieras estaban hechas!
En principio, se me resistían,
y luego en mi cama ardían.
Antaño atrapé dulces mariposas
sin ponerme con ellas las esposas.
Encumbré cada cima de montaña
con mi labia y buena maña.
Sin embargo ahora todo ha cambiado
y se ha transformado mi hado.
El cazador, al fin, por una ha sido cazado,
y,
con su propia moneda, le han pagado...
María del Pino.
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Por María del Pino.
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