El ladrón de almas

El ladrón de almas

martes, 29 de enero de 2013

Artículo I : "Primera fase: saber desechar ideas antes de crear la historia", de María del Pino.



El escritor Ezequiel Teodoro ha unido a varios escritores con la idea de ayudar a los noveles o a los que desean iniciarse en este mundo a través de nuestras experiencias personales y opiniones. El lunes 28/01/2013 se publicó mi primer artículo. El cual podréis leer en su blog:



Porción del texto:

[
Primera fase: saber desechar 
ideas antes de crear la historia.



Muy buenas a todos. Ezequiel Teodoro me ha sugerido hablaros, desde mi experiencia, sobre el surgimiento de las ideas que me llevan a escribir mis novelas y así haré, pero trasladándolo a algo más corto con ejemplos reales: los relatos. Revelaré también todo lo que deshecho por falta de tiempo, o que se trate de un tema que únicamente me agrade a mí en ese instante en el que salta la chispa de la inspiración.

Hay distintas formas de empezar a crear a partir de una idea base. Yo os hablaré desde mi punto de vista, desde mis sentimientos y Musas. Yo soy de esas personas que, aunque parezcan seres tranquilos y silenciosos, por dentro tienen un terremoto, ¡un huracán de proyectos! Es una tormenta de ideas tan grande que he de ir desechando lo que veo menos atractivo. Al día, puedo llegar a eliminar como mínimo dos o tres novelas de mi mente y cinco relatos. ¿Cuál es el problema en mi caso? Me inspira cualquier cosa y no hay horas en el mundo, o mejor dicho, en mi vida, para poder redactar, pulir y corregir todo lo que se me ocurre. Os pondré algunos ejemplos con hechos reales sobre ello.

Un día (hace ya un año, sino más) iba caminando por la calle, y como bien dijo Diego Pérez en un post anterior, la calle me inspiró. Vi a un niño precioso, triste, con los ojos claros y la piel morena. Mientras los chiquillos de su alrededor correteaban con sus juguetes nuevos, él permanecía ...   ]


Para seguir leyendo :

http://ezequielteodoro.wordpress.com/2013/01/28/primera-regla-saber-desechar-ideas-antes-de-crear-una-historia

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Por María del Pino.

jueves, 24 de enero de 2013

Entrevista de "Al día" en la presentación del libro "El amor no entiende de edades" de María del Pino (22/01/2013), por Josehouse.



 Aquí os dejo la entrevista de televisión que me hizo Josehouse para "Al día", de Una Mezquita el pasado 22 de enero por la presentación de mi quinto libro:
"El amor no entiende de edades"




En facebook (María del Pino Pozo) podréis ir viendo más detalles
sobre el evento (fotografías, comentarios...)


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Gracias, Josehouse.
Por Al día, de Una Mezquita.

sábado, 19 de enero de 2013

¿Qué es un regalo?





¿Qué es un regalo? A veces, algunas personas, nos preguntamos eso a menudo. Un regalo es algo que nos dan. Sí. Puede ser caro, o barato. Sencillo, o lujoso. También, grande, o pequeño. De valor monetario, o substraído de la madre naturaleza sin ningún tipo de costo (una flor, una concha de la playa... Un gesto enorme).

Hay regalos caros y superficiales, regalos de compromiso, regalos por regalar, regalos con cariño y regalos hechos con el corazón. Hay regalos por amor y para conquistar. Regalos que conquistan por sí solos y regalos para recordar. Tal vez alguien incluso regaló su alma, o un pellizco de pasión.
Un regalo se hace por mil motivos y según de quien provenga, o del que lo reciba, podrá tener una u otra importancia. Podrá trascender en el tiempo y perdurar, o fracasar.


Hay personas que no miran el precio, ni que no seas de su familia o un amigo de toda la vida... Hay personas que te cogen un cariño enorme y lo expresan con un regalo (preocupados, además, de que te haga falta y te guste). Sin duda, esos son regalos del corazón. Por eso, simple y llanamente, deseo dar las gracias en este post a todos por esos libros, por el retrato al pastel y los regalos de reyes recibidos últimamente. En especial, deseo agradecerle a la persona que ayer se presentó ante mí con una sonrisa en los labios y una gran ilusión por mi próximo cumpleaños para decirme con un regalo: “Tú eres especial para mí”. De corazón, gracias. Sobran los nombres, porque sabes que me dirijo a ti.

No merezco tantas atenciones.


Simplemente... Gracias.


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Por María del Pino.

Relato breve: "Carmencita", de María del Pino.

A mi prima Carmen con cariño.
Felicidades, otra vez.


     Un pestañeo, rápido en el tiempo y lento en mi retina, abanicó mi piel hasta hacer que el aire con fragancia a amapolas me acariciara con suavidad. Me estremecí interiormente al observarla mover sus finos filamentos, negros, alargados por el mejor rimel que ayer se compró. Sus oscuros cabellos, arremolinados en amplios bucles sobre mi mano, me arrebataron un suspiro. No sabía cómo decirle lo que siento. Hoy es un día especial para ella.

     -Si me quisieras, Carmencita... Si tú me quisieras... -susurré en su oído al tiempo que ella sonreía.

     Tal vez se oliese algo de lo que quería comunicarle a través de mis delatadores ojos de gato manso. Estaba seguro de ello, así que seguí con mi mano la textura uniforme de su bronceado rostro. Luego, recorrí sus mejillas y cuello... Sin apenas darme cuenta, mi brazo ya había bordeado su cintura. Era puro instinto.

     -Si me quisieras, Carmencita, como yo a ti te quiero...  -reanudé mis palabras mientras ella mostraba sus perlados dientes.

   Sabía que, aunque conocía lo que iba a decir, esperaba escucharlo. Sin embargo, no salía de mi boca. Después de tantos años, la originalidad se me escapaba. Se había esfumado. Siempre deseaba superarme a mi mismo, pero desconocía cómo hacerlo.

     Tracé con mis labios los suyos. Su leve risa removió mi interior, inundándome con su aliento, adentrándolo en mí y sintiendo un ineludible cosquilleo. "¿Se lo digo como una persona normal?", me pregunté aspirando la calidez de su respiración.

     -Carmencita, quiero... Quiero... -quise terminar la frase, pero ella selló cualquier sonido procedente de mi boca con un apasionado beso. Uno de esos que siempre me daba.

     -Deja ya de hablar. No le des más vueltas y dime de una vez feliz cumpleaños...

     Sonreí.

     -Feliz cumpleaños -sentencié al fin, como cada año, regalándole aquello que siempre me pidió. Amor.


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Por María del Pino.

viernes, 18 de enero de 2013

Entrevista a María del Pino en "Al día", por Josehouse. 15/01/2013



     El pasado día, Josehouse me entrevistó en su programa "Al día" en Una Mezquita (antigua Onda Mezquita). Aquí os dejo la entrevista, nerviosa como de costumbre, pero con mis ganas habituales de seguir escribiendo.






Gracias a todos los que me apoyáis.




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Programa "Al día", de "Una Mezquita".
Por María del Pino.

miércoles, 16 de enero de 2013

LA HABITACION DE LAS MARIPOSAS, de Ramón Cerdá, ahora GRATIS en Amazon.



El escritor Ramón Cerdá me ha enviado un mensaje esta mañana para decirme que su obra "LA HABITACION DE LAS MARIPOSAS", la cual leí y comenté aquí en mi blog previamente, está ahora GRATIS en Amazon.

Como me ha pedido que le ayude a difundirla, aquí os dejo el enlace para los interesados. 
¡¡NO PERDÁIS LA OPORTUNIDAD!! Yo ya la tengo en mi estante.

http://elblogderamon.com/gratis-en-amazon/

lunes, 14 de enero de 2013

Relato: "La niña del espejo", de María del Pino.





Nadie sabe mi secreto, pero desde pequeña, todos los días, cuando miro un espejo, o un reflejo, veo a una niña muy bonita y dulce. Sus tirabuzones color trigo caen por sus hombros y su sonrisa, alegre y viva, siempre provocaba que me sintiera joven y bonita incluso después de casarme y tener dos hijos. Antaño, contemplarla me hacía sentir que seguía siendo hermosa como ella.

Sin embargo, ahora, verla me da mucho miedo. Su tez blanca y suave ha ido cambiando y que esté ahí, frente al cristal, hace que mis lágrimas afloren con amargura al recordar un pasado feliz. La niña del espejo siempre me ha mirado a los ojos, y si yo observo sus brazos, ella también. Al hacerlo, el dolor marca y acentúa las líneas de su carita de amapola, cada vez más lívida. Y todo esto ocurre porque mi vida ha dado un cambio radical desde la muerte de Daniel, mi hijo mayor.

Conforme va transcurriendo el tiempo, la pequeña entristece y envejece dentro de su cuerpo infantil. Lo aprecio, pues a cada golpe que me da, a cada grito que me lanza, una arruga sale en su hermoso rostro, en el mío. Todo empezó con un morado en su mejilla, una cicatriz en mi frente. No hay más dolor que verla entristecer conmigo.

Mi hermana Susana me anima y consuela, pero las malas lenguas me recriminan. Señalan que la culpa fue mía, que debí haber muerto yo y no Daniel (¡qué más hubiese querido esta pobre y desgraciada mujer!). Sin embargo, el coche nos embistió a los dos y Dios no quiso dejar sin su mami al pequeño Cristobal. Desde ese día, la niña dejó de sonreírme. Luego, con el paso de los días, vinieron las vejaciones por parte de mi suegra cuando mi marido comenzó a llegar borracho. Según ella, había traído la desgracia a la familia. Por eso, si mi esposo me golpeaba e insultaba, me lo merecía.

Lo empecé a pagar todo con mi sangre. El que antes me había besado, ahora soltaba su rabieta contra mi cuerpo. Todo porque esa mujer a la que nunca gusté le calentaba la cabeza advirtiéndole de que yo era la única culpable de la muerte de mi primogénito. Le repetía diariamente que una madre, ¡una buena madre!, siempre daría la vida por sus hijos, que yo no supe proteger al mío, al favorito de sus dos únicos nietos.

Esta mañana, la niña del espejo me está mirando con seriedad, con un mal presagio. Lo sé. Tiene un labio hinchado y la ceja partida. Trato de maquillar su rostro, enmascarando las duras batallas que ha padecido el mío, pero sigo sin lograr que sonría como antes. Me visto y salgo, he de llevar al pequeño Cristobal al colegio. Hoy va a hacer su primera excursión a espaldas de su padre, pues este nunca le ha dejado.

Al entrar en su cuarto, no lo veo. Me asusto, llamándolo a voces.

-¿Mamá? -me llama desde su habitación.
-¿Dónde estás, cariño? -angustiada, siento una fuerte opresión en el pecho.
-¿Papá se ha ido ya? -cuestiona cuando lo encuentro debajo de su cama.

Al salir, nos abrazamos y lloramos juntos un rato. Luego, lo visto y llevo a la escuela con su mochilita naranja. Una mochilita con un bombero dibujado por su querido hermano. Por el camino me pregunta si cuando su padre llegue a casa me pedirá perdón otra vez. Quiere saber por qué nunca cumple su promesa de no golpearme más. Le respondo que en esta ocasión sí lo hará. Ya se acabaron los golpes para mí.

Ya en la puerta del colegio, se aferra a mí. Sé que no me ha creído. Al separarse, comenta con una sonrisa en los labios que pronto será mayor y se convertirá en bombero, como quería ser Daniel, para poder protegerme de papá.

Al volver a mi casa, camino hacia el cuarto de baño. Me desmaquillo ante la mirada triste de la niña del espejo. A continuación, agarro el cesto de costura para arreglar la ropa que él me rompió antes de que venga y me acuse de vaga. He de limpiar el destrozo de la habitación antes de que pueda molestarse más.

De pronto, suena el teléfono y me corto con las tijeras. Los nervios pueden conmigo. La frecuencia de sus puños ha ido en aumento. Lo cojo temblando. No deseo que sea él. Trago saliva al escuchar a la maestra de Cristobal. Expone que mi hijo ha sufrido un accidente antes de montarse en el autocar. Me preguntan si llaman al padre. Rápidamente respondo que no, que ya me encargaré de ello. Anoto la dirección del hospital y llego en taxi, acelerada, alterada. Siento que si mi niño no sale de esta, ya no tengo motivos para vivir.

Allí, una profesora, afligida y llorando, me informa que intentó subir a un árbol para salvar un gatito y que se cayó de espaldas. Ahora, mi razón de existir está en coma. Pese a que los médicos me han dado buenas esperanzas y alegan que posiblemente no le queden daños cerebrales, ni físicos, no saben cuándo despertará. Hoy, mañana, pasado...

Me desplomo en el suelo. Tengo miedo por mi hijo. Tengo miedo de lo que me pase si ese mal hombre se entera. El doctor, ante mi malestar, se ofrece a llamar al padre para tranquilizarlo, pero enseguida trato de recomponerme en apariencia para exponer que viene de camino, que tardará porque está fuera de Córdoba. Mis palabras, tropezando las unas con las otras, informan lo primero que a mi cerebro se le ha ocurrido.

Parecen creerme, por lo que trato de mantener la calma. Paso allí todo lo que queda de mañana junto a Susana. A medio día, ya he decidido nuestros destinos. Le escribo una nota a Cristobal y me voy con ella a casa. Le he pedido previamente a mi hermana que se quede con mi pequeño hasta que yo vuelva. Tengo que llegar a ese infierno llamado hogar antes de que él regrese y no nos encuentre allí, sentados y con la cabeza gacha.

En el portal, le entrego la nota a mi vecina de enfrente para que se la dé a mi hermana cuando la vea. Le informo que ella sabrá qué hacer. Después, antes de que cierre la puerta, le pido que llame a la policía en una hora. Sólo me ha hecho falta decirlo. La pobre mujer pensará que al fin voy a denunciar a ese mal bicho.

Camino hacia mi casa y espero. He citado a mi suegra para procurar que ella no malogre a mi hijo en un futuro y haga de él un tipo tan despreciable como el que lo engendró en mí. Después, sé que él vendrá a comer y que, cuando se entere, o no lo vea, me dará la paliza de mi vida, -si es que no me mata-. Por eso, antes de que acabe conmigo, lo haré yo... Lo haré yo...

Llaman a la puerta y agarro las tijeras con mucho miedo. Ando hacia ella pensando cuál de los dos llegará primero. Aquí está mi suegra... Por una vez: "bienvenida".



Ahora que todo ha pasado, que él no volverá a pegarme nunca más y que los barrotes de una cárcel se interponen entre la libertad para unos y la esclavitud para otros, me siento libre y sin miedo a nada. Ya nadie me golpea. Después de unos años, agacho mi mirada de nuevo, pero no por temor, sino para contemplar el charco que ha formado la lluvia en el suelo de barro. Entonces, recuerdo, mirando a la niña que una vez más se proyecta en el reflejo, lo que le escribí a Cristobal aquel día:


Querido hijo, ni papá, ni la abuela, volverán a hacernos daño. Nunca más, cariño. Cuando salga del lugar en el que me van a encerrar para castigarme, espero que estés despierto y podamos rehacer, juntos, nuestras vidas.

Te quiero.

Así fue, así ocurrió. La niña del espejo volvió a ser libre y aprendió sonreír de nuevo junto a un hombre que la quería, la respetaba y la llamaba mamá.



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Por María del Pino.

martes, 8 de enero de 2013

"Fuerza en la tormenta", relato breve de María del Pino.


A todos aquellas personas que
se despierten con un día tan malo.



     Escucho de fondo el batir de las olas arremetiendo con ahínco sobre mi cascarón. El fuerte oleaje y una llamada de aviso me despiertan para decirme que me encuentro en mitad de una tormenta huracanada. Por unos breves instantes el corazón se me encoge, pero... como la vida me ha cosido las heridas pasadas a base de tenaces golpes, reacciono pronto. La tempestad ruge fuerte tras la puerta y mi rabia interna hace que me levante de la cama como si el suelo estuviese más firme que nunca. Me despejo con rapidez. "Me necesitan en el timón", pienso mientras avanzo entre los escollos creados por la mano de algo superior a mí, algo que yo no he creado, ni domino. Amarro las velas para tomar orientación y no ir a la deriva, ato los cabos sueltos más pequeños para que no estorben y manejo mi timón contra viento y marea. "Esta tormenta no podrá conmigo. Al menos, hoy no...", me digo en silencio, enfrentándome a ella con calma y serenidad.
     Mientras todo se estabiliza en mitad de este insaciable caos, busco una solución, una reparación profunda hasta poder solventar el problema contra "el mal tiempo". Sin embargo, aunque yo consigo mantener mi barcaza a flote, por desgracia, contemplo como sucumben, ante las agitadas olas, los navíos de mi alrededor. Ellos no tienen la fortaleza de mi cascarón...
     Siento una enorme impotencia al ver como esos barcos, que naufragan extraviados sin un rumbo, se hunden en el mar, entre la incontrolable tormenta y los tiburones que se los pretenden tragar...


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Por María del Pino.