A mi persona amada
Te encontré escondido en la maleza de los pequeños arbustos que albergaban el pasadizo oculto a una cueva. Jugabas como niño al escondite mientras me advertías de que los malvados piratas buscaban tu tesoro. Con gracia susurraste que me agachara y te ayudara a esconderlo porque era tuyo, solo tuyo y de nadie más. Así hice. Te seguí hasta el rincón más secreto entre risas cómplices. Nos imaginábamos un cofre repleto de oro y diamantes. Cofre que no existía, que yo no veía. Cuando más relajada estaba, hundí mi rostro en tu pecho. Me abracé a ti hasta respirar tu aliento cerca del mío. Entonces, crecimos con la magia de un beso y descubrí que tu tesoro era nuestro amor.
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