In memoriam a Goyo Martínez.
Aunque no estés, te seguiremos
dedicando palabras.
Caminando, caminando estropeó el viejo su calzado y dañó sus pies. Se acercó a un pozo y allí el niño de las cabras se le acercó como cada vez que lo veía pasar a contemplar su pueblo y alrededores. Este, con la confianza adquirida en sus tres meses de iniciación en la labor de su padre, le traía material para remendar lo que le quedaba de esparto y algo de agua para lavar sus heridas.
-¿De qué le sirve andar tanto si solo saca dolor? -el pequeño le preguntó extrañado al ver que al curarse le escocía.
-Mis pies me han mostrado mucho mundo, joven. He andado por todo tipo de senderos y he cruzado los caminos más complicados y dificultosos. Y seguiré caminando los años que me queden. Del dolor se aprende bastante, el dolor te hace más fuerte para la siguiente vez que te tropieces con la misma piedra y, además, te recuerda que estás vivo cuando ya creías no estarlo -contestó sentándose en la roca para descansar.
-Pero, ¿de qué vale seguir si todo su camino es dolor? ¿No sería mejor parar aquí? Siempre dice que mi pueblo es hermoso. Este es un bello lugar y aquí sería muy feliz. La gente lo trataría bien -replicó al ver que se ponía en pie para continuar con su rumbo.
-Si en nuestro caminar no hubiese dolor, ni existieran los obstáculos, no apreciaríamos lo realmente hermosa que es la vida, muchacho. Y, lo más importante, no conocería gente tan buena y encantadora como tú. Por eso, si me disculpas, he de seguir viviendo, conociendo y aprendiendo porque en esta vida incluso un viejo como yo tiene mucho que descubrir, y muy poco tiempo ya para hacerlo -concluyó con una sonrisa en sus arrugados labios y una caricia en la cabeza del chico antes de perderse entre los árboles de un sendero improvisado.
"No todo son piedras en el camino
y los que viven el dolor, mejor aprecian
la vida de su alrededor y los pequeños
detalles que esta nos regala
con cada aliento"
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