El ladrón de almas

El ladrón de almas

lunes, 24 de junio de 2013

Poema: "Mis mariposas", de María del Pino.

A todas esas personas que
aprendieron a no jugar con
el corazón ajeno.



Mis mariposas



Escalé las cumbres más hermosas
para cazar todo tipo de mariposas.
En algunas cuevas llegué a entrar,
incluso varios días, en ellas, dormitar.

Azules cielos de terciopelo,
o tormentas con sabor a caramelo,
acariciaban mis noches en vela,
o me arañaban con sus uñas de seda.

Múltiples de esas mariposas
me devoraban deseosas
y, de mi pasión, ansiosas.
Otras, en cambio, comían de mi mano,
haciéndome creer su completo amo.

¡Ah! También recuerdo aquellas estrechas.
¡Qué fieras estaban hechas!
En principio, se me resistían,
y luego en mi cama ardían.

Antaño atrapé dulces mariposas
sin ponerme con ellas las esposas.
Encumbré cada cima de montaña
con mi labia y buena maña.

Sin embargo ahora todo ha cambiado
y se ha transformado mi hado.
El cazador, al fin, por una ha sido cazado,
y, con su propia moneda, le han pagado...

                                                                                       María del Pino.





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Por María del Pino.
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viernes, 21 de junio de 2013

Poema: Extraños, de María del Pino.

Como siempre digo: sabéis que no soy poeta, sino novelista.
Espero que estos "extraños" sentimientos os gusten (y no os ocurra esto, claro...).




Extraños:


Sin tu dulce verso
mi universo
quedó derruido
por el paso de los años.

Y desnutrido
mi corazón
(aventurero y aburrido),
por la sinrazón,
nos convertimos en extraños.

Ahora el olvido borró,
lo que una vez el amor unió.
                             María del Pino.



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Por María del Pino.
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lunes, 17 de junio de 2013

Entrevista en "Al día" a María del Pino sobre "Wuemby. El gato curioso".



Aquí os dejo la última entrevista que me han hecho en "Al día" (Una Mezquita), programa de Josehouse, un sol. Ya sabéis, yo, como siempre, con mis nervios ante las cámaras, así que disculpadme. (13/06/2013)





Primera parte:




Segunda parte:



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domingo, 16 de junio de 2013

Relato erótico: "Ven a mí", de María del Pino.

A  todos los que amen de
verdad y con el corazón...








     Ven a mí, acércame a tus labios, sedúceme con tu tímida mirada enamorada, sensual, de caramelo... Abrázame con tus brazos de terciopelo y déjate rodear lentamente por los míos. Regálame unas gotas, ¡solo pido unas gotas!, de tu perfume embriagador para enloquecer cuando esté a solas, sin tu requerida presencia. O, mejor dicho, amor mío, no te vayas nunca de mi lado.
     Ven, acércate y rompe esta maldita distancia que nos arrebata la respiración. Recréate en mi pelo enredando tus dedos por él, que yo lo haré sobre tu piel. La besaré como nadie la ha besado y la llenaré de caricias hasta que el calor aumente entre los dos.
     Mi cuerpo vibra ante tu lejana-cercanía. ¿No lo notas? Sé que tú también tiemblas al conocer, a través de mi mirada, lo que pienso, lo que, con tu cuerpo y el mío, me gustaría hacer.
     Nuestras bocas segregan saliva. Saliva que desea mezclarse para formar una sola. Parecemos, cariño mío, dos hambrientos que no solo pretenden danzar sexualmente, sino que arden por fundirse en un acto de amor. Acto que haga temblar al mundo en el que vivimos. Sé que estás sintiendo lo mismo que yo... Por eso, permite que me derrita al inhalar tu cálido aliento sobre mis labios y al llenarte a ti del mío. Abre las puertas de tu corazón y de tu alma para dejarme entrar. Te prometo que no me iré. Me quedaré, ahí, para ofrecerte mi eterno amor en bandeja de oro con aroma a azahar.

     Ven a mí, sigue aproximándote para que pueda olerte. O, tal vez, morderte. Ya no lo sé. He enloquecido a causa de la distancia que aún nos separa. Y aunque comprendo que solo son unos metros, como sigues sin venir, esta embravecida sensación va in crescendo en mi fuero interno hasta hacerme perder el poco juicio que aún mantengo.
     El deseo de poseerte, de guardarte para mí, de hacerte mía, gradualmente ha ido completando mi ser hasta rebosarlo. Quiero entregarme a la lujuria de tu paraíso. Así que, por favor, avanza sin miedo y autoriza a mis desesperadas manos que puedan llevar mis pensamientos a cabo. No son malos. Te lo prometo. Te aseguro que no te arrepentirás. Simplemente anhelo despojarte de las ataduras que encierran la belleza de tu desnudez para rozarte con la yema de mis dedos y pasar mi lengua con delicadeza por los rincones más hermosos de tu cuerpo.
     Oh, por favor, créeme si te digo que te haré feliz. Es lo que más deseo en este instante en el que lo prohibido, e imposible, se muestra ante nosotros dos.

Ven a mí...
Un poco más cerca...
Ya casi estás a mi lado...
Bien...

     Ahora que te hallas a mi vera, te garantizo que sabrás lo que es arder de pasión, ilusión y arrebato. Surcaremos el mar de nubes montados en un lecho de amor, entre el huracán carnoso de tus labios y la fusión de nuestros cuerpos... Todo, por alcanzar la felicidad del delirio onírico que nos engulle hasta la saciedad.
     Sigue besándome de esa desenfrenada y alocada manera. Sigue moviéndote con suavidad, que yo marcaré el ritmo y las pausas.
     ¿Notas la presión? ¿Notas mis manos? Déjate llevar porque, juntos, vamos a tocar el cielo...

     Ven a mí cada noche, amor mío.
     Entrégate a mí cada día...



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Por María del Pino.
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lunes, 10 de junio de 2013

Poema: "Hojas de colores", de María del Pino.



Hojas de colores



Nunca en mi vida había visto un mar de amapolas,
ni un cielo lleno de olas.
Jamás respiré la sexualidad del viento,
incluso el tiempo efímero me pareció lento,
sosegado, desganado,
como si me mirase calmado.

Nunca en mi vida había visto vida en las hojas
espadas, ni pistolas.
Jamás contemplé los colores de las canciones,
ni vi poesía en las estaciones
las cuales se llenan de ilusiones,
pasiones y expresiones.

Las hojas esconden millares de colores
y multitud de increíbles acciones.
Escúchalas con tiento,
y verás que no miento.

Los libros encierran con magia,
cuentos de amor y nostalgia.
Los libros muestran imprevistos,
con miles de leyendas y mitos.

                                                                       María del Pino.


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Por María del Pino.
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jueves, 6 de junio de 2013

"Eres mi bebé", de María del Pino.


Hoy es un día especial, el nacimiento del pequeño
Juan José. Por eso se lo dedico a él en especial,
y a sus padres, mis queridos primos: Silvia y Juan.




"Eres mi bebé”



     Ya ha pasado todo el dolor y tras muchos meses de espera, ha llegado el momento en el que puedo hablarte a la cara. Desde lo más profundo e intenso de mi corazón me gustaría expresarte, mi dulce carita de amapola, que he aguardado largo tiempo para tenerte entre mis brazos. Durante muchos meses, he caminado día y noche soñando con tus sonrojadas mejillas y tus pequeñas manos.

     Llevas pocas horas con nosotros, pero no puedo dejar de observarte. Cada vez que rozo con la yema de mis dedos tu hermoso rostro, siento el paraíso de tu sedosa y sonrosadita piel. Contemplarte en tu cunita es disfrutar viviendo en un campo de flores.

     Eres, para mí, un trocito de cielo que llegó a posarse en mi barriga para hacerme la mujer más feliz. Dentro, creciste poco a poco para darnos gloria a papá y a mí. Dentro, fuiste lo mejor de nuestra vida y el valioso fruto de un gran amor. Juan José, ya que puedo mirarte, que ¡al fin! conozco la forma de tus entrañables ojos y sé que tú conoces los míos, me enternezco y derrito con cada gesto, con cada pucherito de tu diminuta boca y con cada movimiento que me regalas con tu bendita gracia de ángel.

     Me has hecho madre, me has hecho tu protectora. Y en agradecimiento, yo juro mi vida entregarte y mis cariños siempre brindarte.


           Eres mi bebé, y yo soy tu mamá...




Va por vosotros...



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Por Maria del Pino.

lunes, 3 de junio de 2013

"Un corazón por otro", de María del Pino.


A Conchi y Cristobal, del registro de la
propiedad intelectual, por todo su trabajo y
buen hacer. Sobre todo, por su gran apoyo
y simpatía. Muchas gracias.




     En mitad del infernal campo de batalla que se disputa entre los caballeros del bien y los monstruos de las tinieblas, acaece el oscuro manto de una sombra lánguida sobre el lecho de tierra y sangre que asola la visión del entorno. Esta absorbe alma tras alma hasta que se acerca a un hombre postrado en el suelo, un pobre moribundo que aún lucha por su vida...
     Él nota cómo esa insípida presencia observa los últimos minutos de la vida que, sin querer, se le escapa. Los latidos de su corazón, rebeldes y osados, desean retener su espíritu a toda costa. Sin embargo, la muerte se acerca con paso lento y sereno, atrayendo el alma del guerrero recostado sobre el cadáver del que fue su adversario minutos antes. 
     Se escucha un rugido atronar en la distancia, pese a que en el campo de batalla se han ido dispersando las nubes que ensombrecían aún más la tétrica noche. La horda de caballeros del infierno que todavía aguarda sedienta por su sangre, desaparece junto a grandes y sollozantes gemidos gracias al claror del día que pausadamente se atreve a despertar y detener la lucha. La muerte, en cambio, sigue ahí, impasible, imperecedera. Cada vez, a cada enemigo caído, se ha henchido más, y más. Ya, ni la luz del sol es capaz de ahuyentarla para que deje al indefenso guerrero. Su hora está cerca.
     El valiente, decidido, se pone en pie. No está dispuesto a dejarse vencer. Contempla su desolado entorno buscando a algunos de los suyos, pero ya no hay nadie. Solo queda él. Un costado le cruje al mismo tiempo que sus vísceras no sienten pudor alguno en recrearse dañando su herida y en escupir más, y más, fluido interno. El caballero se despoja de su resquebrajada armadura y clava su rodilla en el suelo. Sabe, por desgracia, que no puede aguantar más. Como bien conoce su destino, saca la cruz que le dio su madre antes de partir a esta desigualada guerra. La besa arrojando una lágrima de dolor sobre ella. 
Desincrusta la hoja de su acero del cuerpo inerte del que fue su oponente y la incrusta con sus últimas fuerzas sobre el sangriento y basto suelo. Se aferra al mango de su espada en nombre del honor, después de haber guardado la cruz de su Santa Madre en el pecho. 
El silencio vuelve a apoderarse del entorno. Ni los pájaros se atreven a alterarlo. Incluso su corazón ha dejado de latir, advirtiéndonos de que ha muerto el último guerrero. 
     De fondo, un trueno ruge, melancólico, oxidado por tanta sangre derramada. El aire se agita y retuerce en cuestión de segundos, cambiando la aparente calma y transformándola en un cúmulo de agonía constante. Incluso el feroz aullido que emite la Madre Naturaleza recorre la enorme distancia que existe entre cerros y montañas, llanuras y ríos, hasta llegar al pueblo donde una vieja mujer reza a todos los Dioses por la vida de su hijo. Desea que las guerras acaben ya y le devuelvan, sano y a salvo, al fruto de sus entrañas.
     El viento trae nubes negras y un mal presagio, por lo que se asoma a la ventana con la ansiedad agarrándole el pecho. Por más que lo observa buscando respuesta, el cielo ni se atreve, ni puede, contarle lo sucedido. Simplemente se decide a llorar, derramando una gota de lluvia sobre su mejilla. Podría decirse que se trata de la misma que aquel guerrero derramó antes de morir.
     De repente, se escucha un trueno todavía más ensordecedor y, entre plegarias agonizantes que la mujer emite conociendo ya la desgracia acontecida, su corazón se estremece y cruje. Ella, con una mano en el pecho, acaba cayendo al suelo con la última palabra de un hechizo en los labios.
     Una cruz idéntica a la del guerrero cae al suelo de entre sus manos a la vez que éste recupera su alma del abismo. Un corazón ha dejado de latir para que el suyo resurja y pueda ponerse en pie, sanar y vivir lo que hasta ahora, entre guerra y guerra, no había podido... El hechizo que la mujer conjuró se llamaba: "un corazón por otro". 
     

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Por María del Pino.
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