El ladrón de almas

El ladrón de almas

domingo, 16 de junio de 2013

Relato erótico: "Ven a mí", de María del Pino.

A  todos los que amen de
verdad y con el corazón...








     Ven a mí, acércame a tus labios, sedúceme con tu tímida mirada enamorada, sensual, de caramelo... Abrázame con tus brazos de terciopelo y déjate rodear lentamente por los míos. Regálame unas gotas, ¡solo pido unas gotas!, de tu perfume embriagador para enloquecer cuando esté a solas, sin tu requerida presencia. O, mejor dicho, amor mío, no te vayas nunca de mi lado.
     Ven, acércate y rompe esta maldita distancia que nos arrebata la respiración. Recréate en mi pelo enredando tus dedos por él, que yo lo haré sobre tu piel. La besaré como nadie la ha besado y la llenaré de caricias hasta que el calor aumente entre los dos.
     Mi cuerpo vibra ante tu lejana-cercanía. ¿No lo notas? Sé que tú también tiemblas al conocer, a través de mi mirada, lo que pienso, lo que, con tu cuerpo y el mío, me gustaría hacer.
     Nuestras bocas segregan saliva. Saliva que desea mezclarse para formar una sola. Parecemos, cariño mío, dos hambrientos que no solo pretenden danzar sexualmente, sino que arden por fundirse en un acto de amor. Acto que haga temblar al mundo en el que vivimos. Sé que estás sintiendo lo mismo que yo... Por eso, permite que me derrita al inhalar tu cálido aliento sobre mis labios y al llenarte a ti del mío. Abre las puertas de tu corazón y de tu alma para dejarme entrar. Te prometo que no me iré. Me quedaré, ahí, para ofrecerte mi eterno amor en bandeja de oro con aroma a azahar.

     Ven a mí, sigue aproximándote para que pueda olerte. O, tal vez, morderte. Ya no lo sé. He enloquecido a causa de la distancia que aún nos separa. Y aunque comprendo que solo son unos metros, como sigues sin venir, esta embravecida sensación va in crescendo en mi fuero interno hasta hacerme perder el poco juicio que aún mantengo.
     El deseo de poseerte, de guardarte para mí, de hacerte mía, gradualmente ha ido completando mi ser hasta rebosarlo. Quiero entregarme a la lujuria de tu paraíso. Así que, por favor, avanza sin miedo y autoriza a mis desesperadas manos que puedan llevar mis pensamientos a cabo. No son malos. Te lo prometo. Te aseguro que no te arrepentirás. Simplemente anhelo despojarte de las ataduras que encierran la belleza de tu desnudez para rozarte con la yema de mis dedos y pasar mi lengua con delicadeza por los rincones más hermosos de tu cuerpo.
     Oh, por favor, créeme si te digo que te haré feliz. Es lo que más deseo en este instante en el que lo prohibido, e imposible, se muestra ante nosotros dos.

Ven a mí...
Un poco más cerca...
Ya casi estás a mi lado...
Bien...

     Ahora que te hallas a mi vera, te garantizo que sabrás lo que es arder de pasión, ilusión y arrebato. Surcaremos el mar de nubes montados en un lecho de amor, entre el huracán carnoso de tus labios y la fusión de nuestros cuerpos... Todo, por alcanzar la felicidad del delirio onírico que nos engulle hasta la saciedad.
     Sigue besándome de esa desenfrenada y alocada manera. Sigue moviéndote con suavidad, que yo marcaré el ritmo y las pausas.
     ¿Notas la presión? ¿Notas mis manos? Déjate llevar porque, juntos, vamos a tocar el cielo...

     Ven a mí cada noche, amor mío.
     Entrégate a mí cada día...



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Por María del Pino.
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