El ladrón de almas

El ladrón de almas

sábado, 23 de febrero de 2013

Poema: "Infiel", de María del Pino.


"Infiel"



Eres como la fría sangre que emana mi vieja herida,
como la sanguijuela que absorbe lentamente mi vida.
Vas vistiendo mi piel con grandes llagas
y con tus infidelidades provocadas.
Vas supurando tu veneno en mi corazón
acostándote con otras sin contemplación.
Vas matándome con tus golpes emocionales,
mientras te dedicas a penetrar otros umbrales.
Te crees que vivo en el incrédulo engaño,
pero vas a ser tú quien ahora sufra mi daño.
Vas a descubrir que ya no vivo en la inocencia
y que se agotó lo que me quedaba de paciencia.


                                                                                      © María del Pino.

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Por María del Pino.

jueves, 21 de febrero de 2013

Frase que inaugura: "El caballero de los dos elementos. La leyenda destruida", de María del Pino.


     Aquí os dejo un pequeño adelanto de la novela de aventuras ambientada en un mundo de fantasía que, tras volver a mí con todos sus derechos, descansará para buscar un hogar:


"Sólo el sacrificio de aquel caballero 
que, en nombre del amor verdadero,
destruyó la pureza de la princesa, 
podrá salvar a la joven dama 
que deshonró la leyenda..." 

                                                                 Wor Erch Imi (mago).


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AVISO LEGAL: se recuerda que todo contiene los derechos reservados por el registro de la propiedad intelectual a ©María del Pino.

martes, 19 de febrero de 2013

"Un tiempo de bosques salvajes", de Antonio de Egipto, por María del Pino.



            Con toques de sensualidad verbal, ternura infantil y perfumes florales traídos del bosque, Antonio de Egipto nos lleva de la mano, entre oleajes de brisa primaveral con olor a jazmín, al mundo del verso. Cada uno impregnado de un aroma único y entrañable, tiznado de un color pastel que nos roza el corazón, acariciándolo, meciéndolo en un universo sereno y armonioso.

            El vocabulario que usa el escritor es rico en atractivo visual y auditivo. Conforme vas leyendo, vas quedando prendado por cada palabra, cada línea. Todo ello te hace danzar dentro de un eterno valls de tranquilidad y paz.

            La elegancia con la que refleja varias de sus vivencias, ya sean realidad o ficción, hace que te sumerjas en su mundo con facilidad. Es más, la gracia con la que mueve verso tras verso denota que el arte fluye con constancia y claridad.

            Hay unas cuantas frases, de las muchas que deja caer delicadamente, que me parecen atractivas. Frases como: “Estoy aquí, desnudo, con el corazón en la mano”, “A pesar de los árboles talados decidió ser tierra en un paraíso maldito”, “…sangraba pétalos”. Las describiría con la palabra SENSIBILIDAD, puesto que toda la obra está empapada de ella.

            Ahora solo me queda decir: amantes de la poesía, enemigos de ella, os invito a hacer un alto en el camino y leer el libro de Antonio de Egipto, “Un tiempo de bosques salvajes”. Es… como un tango bien descrito. Lo recomiendo en todas las estanterías.
 

Gracias por hacernos disfrutar con tu magia, Antonio.



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Por María del Pino.

domingo, 17 de febrero de 2013

“Parece difícil, ¡pero no lo es!”, de Àngel Llàcer, por María del Pino.




   Recientemente terminé de leérmelo. Desde que supe que existía, quise tenerlo y adentrarme en él. Àngel, por lo visto en televisión (TU CARA ME SUENA, OT...), me parece un hombre divertido, simpático, sincero y encantador. Así pues, admito que la curiosidad se apoderó de mí porque creo que los escritores siempre dejan un trozo de ellos reflejado en sus palabras. Finalmente y por fortuna para mí, me lo regalaron en una fecha muy especial: la presentación de mi quinto libro. Son fechas que no se olvidan...

   Nada más abrirlo nos encontramos seis palabras.
   “COHERENCIA, TRABAJO, TALENTO, PERSONALIDAD, EMPATÍA Y DIVERSIÓN”. Según Llàcer, estas son la clave para tenerlo más fácil en el éxito personal/profesional. Destaco del libro la originalidad de los títulos. Son frescos, explosivos y atractivos.

   Con este escrito de autoayuda, desde mi punto de vista, no pretende decirnos qué debemos o no hacer con nuestra vida o decisiones. Más bien, narra de forma entretenida y cercana diversos sucesos de su vida o parte de sus pensamientos para abrirnos así las puertas de su corazón y conocerlo un poco mejor. Una vez hecho eso a través de sus experiencias personales, aconseja diciendo qué haría o cómo actuaría –o ha actuado ante las adversidades.
   Ya estemos o no de acuerdo, son buenos consejos hechos con la mejor intención y que yo personalmente valoro.

   Pasé un buen rato imaginando las situaciones que aquí nos cuenta. Una de las cosas que más me ha gustado y me ha hecho reflexionar es el tema que trata sobre el miedo al ridículo o a la exclusión social. Nos importa tanto “el qué dirán”, que provoca que los que se creen superiores puedan con nosotros y nuestra autoestima. ¡Cuánta razón tiene aquí nuestro estimado escritor!

   Admiro a Àngel Llàcer por su personalidad, por lo bien escrito que está el libro y, sobre todo, por lo estupendamente que explica quién es él y cómo es.


   Si me preguntasen: ¿Por qué recomiendas el libro de Àngel Llàcer?”. Sencillamente respondería: “Porque merece la pena leerlo, reflexionar y saber que “parece difícil, pero ¡no lo es!”.


     Desde aquí brindo por Llàcer, por su libro, por sus esfuerzos y éxitos. Es una persona admirable a la que respeto.



Gracias, Ángel, por hacernos disfrutar
con este ratito de lectura.





Se despide: María del Pino.

jueves, 14 de febrero de 2013

"Carta a un Valentín", de María del Pino (Por Sª Valentín).


Feliz día de los enamorados.
Aquí os dejo una carta de amor para las chicas, para los chicos, para los que llevan años juntos, o poco tiempo. Incluso para aquéllos que se declaren por primera vez... Para todos. Espero que os guste.
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  • Mi querido/a Valentín/ina:

    Cada noche me acuesto soñando contigo, con tus besos y caricias. Cada día me despierto viéndote, aun sin haber abierto todavía los ojos. Siempre ando por la calle pensando en ti. Desde que te conocí, no he sabido de otra persona a la que mirar, de otra persona a quien amar. Solo existes tú en mi corazón. Y éste persiste con fuertes latidos sobre mi cabeza cuando te encuentras cerca. Le envía sutiles ondas de amor al ver tu pestañeo, al sentir tu perfume, por tu simple y mera presencia. Hasta una fotografía saca lo mejor de mí, si en ella sales tú, claro.
    Me enamora tu manera de caminar, de sonreír, de hablar con la gente. Me enamoran tus acciones, tus palabras... Incluso el sonido de tu voz. Sueño con que susurras en mi oído palabras que yo quiero oír. Algo íntimo. Algo, solo, entre tú y yo. Algo que desconozca aquél que no entiende mi amor por ti. Y no te preocupes, que yo te responderé. No solo con una frase, si no con el latido interno de mi corazón sobre tus labios. Porque te aseguro que te besaré y amaré hasta el fin de mis días.
    También he de decir que, cuando te enojas, la belleza incrementa en ti. Y cuando eres feliz, amansas a la fiera que hay dentro de mí. Una fiera que arde en deseos por destruir lo que separa nuestros cuerpos de la libertad que sería poder amarnos.

    Por las noches, reconozco que, tras amarte en mi fuero interno una y mil veces, sigo viéndote con los ojos cerrados. Sigo pensando que no podría vivir sin tu amor.

    Por eso, en un día como hoy, te digo más de lo que pienso, más de lo que sabes y menos de lo que sabrás mañana. Porque si me permites ser tu amor por el resto de nuestra vida, te colmaré de alegría cada noche y cada día.

    Feliz San Valentín.

    martes, 5 de febrero de 2013

    Relato: "La niebla", de María del Pino.


    La niebla

     A un buen hombre, Antonio Gómez,
    por inspirármelo aunque no lo sepa ;)



    Blanquecina y fría, una espesa y casi opaca nube me envuelve, haciéndome creer que estoy solo en mitad de la nada. Conforme los segundos transcurren, la niebla, sagaz y libertina, va apoderándose de la playa a su libre albedrío hasta cubrir la orilla por completo y dejarme sin ver a ningún veraneante más. La gelidez roza la toalla y me estremezco ante un quemazón interno. Las risas de fondo han ido cesando poco a poco hasta quedarse en una chiquillada, un juego de niños casi inaudible. Por otro lado, el murmullo del fuerte oleaje amainó su compás hasta hacerse casi imperceptible.

    Surco con mis dedos la escarchada arena, buscando la calidez de la piedra que hace un rato puse a mi lado para que no cogiera mi hijo pequeño. Para mi asombro, la mortecina mano de la muerte es lo único que hallo en mi camino. Me levanto asustado, aturdido y lanzando un ahogado alarido al aire. Corro por la arena buscando a alguien, pero no encuentro nada que no sea la soledad de una playa vacía, llena de objetos abandonados: sombrillas, toallas, sillas, neveras…

    Tropiezo y ruedo por el suelo, tragando arena. Me retuerzo hasta sacudirme el rostro y me levanto de nuevo. Es una persona. Una jovencita que había estado contemplando momentos antes caminar con su novio. La volteo y su palidez me asombra y acongoja. Un ruido atroz envuelve el ambiente al mismo tiempo que las risitas se escuchan más lejanas. Lo sepulcral me rodea a base de quejidos y lamentos… Me pongo en pie, dejando el cadáver a un lado. Me trago un dificultoso nudo de la garganta al mismo tiempo que la niebla se hace más densa y las chiquilladas han dejado casi de sonar de fondo.

    De repente, distingo una sombra que camina desgarbada y con parsimonia hacia mi posición. Con una sonrisa ilusa en la boca, avanzo dos pasos hacia delante en busca de socorro. Casi no puedo verle u oírle.

    Cuando voy a hablarle, ya está a menos de un metro. Al fin consigo distinguirle con mayor claridad. Sin embargo, mis ojos irremediablemente se abren ante lo sobrecogedor e imposible. Sus pupilas carecen de vida y su sentido “de ella” se encuentra, quizás, en el más allá. Nervioso, retrocedo aterrado. Sin esperármelo, me agarran un pie. Caigo de espaldas y compruebo que la persona que me sostiene me mira con sus blancos y ciegos ojos. Grito horrorizado. Me zafo como puedo de la joven chica que creí muerta y vuelvo a correr, a huir.

    Con habilidad, escapo de todas las manos que casi me rozan entre las tinieblas de la blancuzca neblina y sigo corriendo sin mirar atrás. Solo rezo para que no me toquen, ya que, aun no haciéndolo, siento sus manos desgarrar mi piel.

    Vuelvo a caer (o eso noto al sentir un peso descomunal sobre mi pierna). Ruedo por la arena (o eso creo al saborearla entre mis dientes). Siento que mi cuerpo, poco a poco, va ardiendo. Procuro levantarme, pero me oprimen, agarrándome por todos lados hasta dejar solo mi cabeza a flote.

    En mitad de este sin vivir, de esta nublada agonía, una luz me ciega y distingo la fina y delgada silueta de la muerte. Viene con largos cabellos negros. Inquieto, logro liberar una mano de su cautividad, pero la arena se vuelve en mi contra, provocando que tosa al ingerirla otra vez.

    Trato de pedir clemencia, pero un torrencial de agua salada me ahoga sin contemplación alguna. "Me ahogo. Me ahogo…"



    Doy un respingo y me encuentro a mi mujer, frente a mí, con un cubo de playa entre las manos y el ceño fruncido. Mientras miro mi achicharrada piel, llena de arena, la escucho quejarse de mi torpeza. No le he echado crema ni los niños, ni a mí. Al torcer mi vista hacia los chiquillos –cada uno a un lado de mi cuerpo–, los encuentro casi tan rojos como yo y las manos llenas de arena con la que previamente me estaban enterrando “para que no me quemase”. "Angelitos...".

                Mientras ella me regaña y se lleva a los niños de la mano al apartamento para que no les dé una insolación, la niebla comienza a cubrir la línea del horizonte. Ya apenas se ve el mar. Otra vez me quedo solo, como en mi sueño, esperando a que la blanca, espesa y fría niebla avance hasta la orilla. Pensando en si levantarme y "salir por patas", o esperar y ver qué pasa.




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    Por María del Pino.
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