El ladrón de almas

El ladrón de almas

viernes, 16 de agosto de 2013

"Buscando la felicidad", de María del Pino.

A todo aquél al que le han querido cortar las alas
y ha luchado, se está esforzando, por sus sueños,
metas, objetivos... En resumidas cuentas, dedicado
al que se levanta cada día intentando alcanzar sus
aspiraciones más íntimas, sin dejarse vencer.






     Aunque soy un joven hombre, mi alma llegó a pesarme como si se tratase de la de un viejo que ya ha vivido más de cien años. Un buen día, desganado y desmotivado, me acomodé en un rincón de mi insípida alma para reflexionar sobre mi vida, los problemas, la política, las personas de mi entorno, mis ilusiones perdidas... En principio, solo encontré vacío. Eso, reconozco que me dolió bastante. No había oportunidades para nada. Mirando el tema laboral... ¿Quieres montar tu propio negocio? Vetado si no te avala nadie, o no tienes dinero para aventurarte. ¿Quieres trabajar para otro? Necesitas estudios. ¿Los tienes? No. Pues necesitas dinero para estudiar y si no tienes, no estudias. ¿Sí los tienes? Necesitas experiencia. Raro, pero, ¿lo cumples todo? Con la crisis no hay trabajo, o... hay para otro que sepa lo mismo que tú y le puedan pagar menos porque NO tiene tu grado. Así, aun con un magisterio y unas oposiciones hechas y aprobadas con bastante nota, te ves de pizzero, repartiendo pizzas en la moto, o en un burger, sirviendo comida rápida para hoy porque para mañana estarás en la calle. Pasado, simplemente te verás en una tienda de ropa en la cual jamás habrías entrado por voluntad propia...

     Oh... Por desgracia, había un gran estanque fangoso en mi espíritu. Justo en el lugar donde se encontraban mis sueños, objetivos e ilusiones. Además, el agua estaba plagada de tiburones que querían destrozarme. ¿Y la supuesta tierra firme?... ¡Oh! Ahí las hienas me esperaban como cada día. ¿Y, en el cielo? Los buitres también me aguardaban ahí. Sí...
     Sabía que fuese adonde fuese (una tienda, otra, un burger, una pizzería, un bar, un restaurante, de maestro en un colegio gracias a la bolsa...) todo iba a ser oscuro. No había un futuro feliz para mí por ese camino. Toda mi alegría era tan incierta...
     La familia me dio de lado cuando le conté mis verdaderos deseos y mis amigos desaparecían cuando lo intentaba. Incluso las ilusiones de que prosperase el país, y de que hubiese nuevas esperanzas para la gente como yo, fueron destruidas a traición por ese atajo de políticos que no hacen bien su trabajo y se llenan los bolsillos de pasta. ¿Qué me quedaba? ¿Qué  nos queda en estas situaciones? La esperanza. ¿Y si nos la han destrozado?
     Soy una persona frágil y soñadora, como todos los que dicen que son de mi "especie"... Los "normales" nos restriegan con constancia que somos diferentes, que no vemos la realidad, que solo hacemos "eso": "soñar despiertos"...
     El hostigado terreno amoldó muchos baches para mí. Entre badenes, rotondas, semáforos incansables y estrés de los atascos con gente indeseada al lado... no había quién viviese tranquilo, feliz.
     En ese rincón de mi alma me encontraba solo, viejo, hastiado de hacer siempre lo que los demás veían bien que hiciera. Como ellos decían: "lo mejor para mí"... Pese a mi soledad de esos reflexivos momentos de ruina personal, al menos, me sentía más a gusto, más libre que nunca. No me gustaba (ni gusta) estar rodeado de esa gente tóxica que me impedía ser feliz con sus "consejos", los cuales, sin darse cuenta... más que eso eran riñas y quejas constantes. Siempre decían, recalcaban, e incluso se enfadaban argumentando con el ceño fruncido, cosas como: "no puedes hacerlo porque no lo lograrás", "eso es una estupidez", "debes vivir en la realidad, ¡no esperar milagros!", "eso no te va a dar de comer", "es una pérdida de tiempo total", "demasiado difícil e inútil como para intentarlo"...
     Ese día lo había dejado todo atrás. La novia, el trabajo, los amigos... Aunque ahora dudo si alguna vez debí llamarlos así... Nunca me apoyaron. Ni se interesaron por mí realmente... (Ahora lo veo claro)
     Cogí mi vieja guitarra del trastero, aquélla con la que tanto soñé. Le quité la mugrienta capa de polvo y salí a la calle con ella. Busqué un parque solitario en el que seguir pensando. La puse frente a mí y la observé fijamente. Al principio, con melancolía. Luego, con alegría, borrando así todo rastro de tristeza. La música fue mi sueño, mi vida... Según esos que nunca confiaron en mí: un pasatiempo, un hobby... Algo que hacía y hago bien, pero que no me daría de comer, ni mantendría mi hogar...

(     Es tan difícil ser feliz así... Es tan patético vivir tu vida como los demás quieren que la vivas... ¿No creéis?  )

     Volví a mirar hacia ese enfangado estanque lleno de tiburones. Mordían con ansia mis aspiraciones. Devoraban mis objetivos y se tragaban mis sueños. Al fin y al cabo, todo eso es lo mismo, ¿no?...
     Abracé la madera que sostenía entre mis manos, me aferré a su cuerpo flamenco. No quería volver a perderla. Ha sido, en realidad, mi única amiga. La guitarra nunca me abandonó, aunque yo la llevase a un trastero para que criase polvo durante casi un año...
     Frente a mí, había una joven muy apenada dándole de comer a las palomas. Tenía los ojos rojos. Creí que, tal vez, la hubiese dejado el novio. Al verla tan hermosa, no imaginé que su vida fuera tan patética como la mía...
     Toqué unos acordes para afinarla. Sonaba tan bien que parecía que no había transcurrido ni un solo segundo de separación entre mi querida amiga y yo... Tanto tiempo en el trastero, abandonada por mí y los asquerosos prejuicios de los demás (y míos...) y seguía respondiéndome. Seguía haciéndome sentir vivo, haciéndome sentir yo mismo.
     Comencé a tocar y a cantar con el corazón, sin que nadie me impidiese dejar fluir lo que me apasiona. Simplemente cerré los ojos y me dejé llevar:

Azul es el cielo que hoy brilla
Azul como un alma sencilla.
No dejes que tus miedos venzan.
No dejes que los monstruos vengan.
Tu alma libre alcanza la felicidad,
tu alma libre de vanidad...

Oh... No sé qué demonios es vivir,
ni tan siquiera puedo sentir
qué se esconde dentro de mí,
si no es por ti.

¡Maldita agonía!
Maldita alma mía
Dejadme amar a mi guitarra
sin decirme, con desgana,
que vivo montado en una parra.
....


     Seguí cantando hasta que la luz brilló en mi corazón y encontré mi camino. O, mejor dicho, decidí liberar el fuego que encerré ardiente en mis venas.
     Al abrir los ojos, un grupo de gente me aplaudía. No sé si serían veinte... No recuerdo si, quizás, fueron quince o treinta. No me importó. Como si solo hubiesen sido dos o tres. Lo que me llenó fue que era mi primer público, mis primeros aplausos, mi primera lágrima feliz ante sus emocionadas respuestas. Entre ellos, un hombre se acercó y me extendió una tarjeta. Me ofrecía trabajo como telonero para probarme y... posiblemente, en un futuro no muy lejano grabar mi primer single. Las piernas me temblaron. El caballero pertenecía (y aún pertenece) a una gran discográfica del país...
      Tragué saliva. Estaba aturdido, sorprendido.
    Una vez que todos se dispersaron, se acercó a mí la chica del banco de enfrente para felicitarme. Parecía tímida y sencilla. Con admiración, me auguró un próspero futuro. Nos hicimos amigos. Al tiempo, en sus ojos vi lo mismo que en los míos: ilusión. Parecía que ambos encontramos lo que habíamos estado buscado. Por ello, me decidí. Por ello, agarré su mano y mi guitarra y salté al estanque lleno de tiburones.

     Ahora solo puedo decir que, pasado el tiempo, soy feliz...





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Por María del Pino.
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