El ladrón de almas

El ladrón de almas

lunes, 24 de diciembre de 2012

RELATO: "La joya de mi corazón", de María del Pino.




     He llegado cinco minutos antes de la hora. El paso acelerado y el ansia me han traído de manera precipitada. Me sudan las manos y el corazón me palpita con fuerza. Siento calor a pesar del frío que hace a mi alrededor. De seguir así, creo que este pequeño músculo palpitante va a estallar dentro de mi pecho. Necesito relajarme, pensar que es un día más.
     Camino de un lado a otro en mitad de la calle. La espera me va a matar. Me va a matar... Un año sin ver su cara. ¡Un año no! ¡¡Se me ha hecho un siglo!! Y, ahora, al fin estoy a escasos minutos de que podamos abrazarnos. Echo de menos sus risas, su complicidad, nuestros paseos a todas horas, su voz suave... No hay nadie mejor que ella para mí.
     De repente, al fondo, entre la multitud, la veo acercarse con paso garboso. Viene más guapa, más dulce... Más ella. Mi corazón se vuelca de emoción y trato de aguantar el tipo para no salir corriendo, ya que no me encuentro muy bien como para ello.
     Verla caminar hacia mí, mientras curva sus labios y cierra sus ojos con alegría y encanto, hace que este tiempo de fatigas sin su presencia se pasen como si su ausencia hubiese desaparecido en unos segundos. Nuestra separación ahora ya no existe. No ha existido. Avanzo hacia ella después de haberme recompuesto emocionalmente y tras un simple: “Hola”; nos fundimos en un abrazo de varios minutos.
     –Amiga, amiga... ¿Qué tal todo desde que llegaste? ¿Tuviste buen viaje? ¿Cómo ha ido? ¿Cómo ves el entorno? ¿A qué huele la ciudad? –pregunto mil cosas, ansiosa y nerviosa, a la vez que me separo de mi gran, gran amiga.
     –Huele a ti –me responde con gracia.
     Nos volvemos a fundir en otro abrazo. Sus palabras han calado hondo en mi corazón.
     –Te he echado de menos –susurro a mi mejor amiga en el oído. O, tal vez, las palabras ni tan siquiera han llegado a salir de mis labios debido a la emoción. La verdad es que no lo sé. Simplemente lo llevo dentro.
     Juntas, emprendemos nuestro caminar, algo que nos gusta hacer, al mismo tiempo que me narra sus aventuras por otros lares y yo le pongo al día. Ahora cuento las horas que quedan para que, de nuevo, parta de aquí, porque sé que la próxima vez que venga, aunque tarde en hacerlo un poco más, ya no se volverá a marchar.
     ¡Qué alegría me da tenerla a mi lado! Porque aunque tengo amigas y amigos que son un tesoro de coleccionista en mi baúl, ella es la joya de mi corazón...




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No hacen falta nombres para que
sepas que te lo dedico a ti, amiga.
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Por María del Pino.